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María Alejandra Martínez

Semillero de investigación FILOEPOS

Ciclo II de “Las humanidades en…”

Las humanidades en la cavilación

Las noticias que vemos hoy en día son un reflejo de un mundo lleno de discriminación, de racismo, sexismo, homofobia, entre otras cosas. Ese es el mundo que evidenciamos. Las formas de reconocimiento entre seres humanos se han visto influenciadas por el auto reconocimiento en los otros, y a esto me refiero, en verse reflejado en el otro, ya sea por una ideología, por el color de la piel, por la sexualidad o cualquier tipo de relación. Este auto reconocimiento se basa en dividir quien pertenece a determinado grupo y con ello, quien merece o no, ser tratado como alguien o como algo. Una gran cantidad de filósofos, artistas y  humanistas, en general, dedican sus trabajos al estudio de las formas de reconocimiento y relaciones humanas, sobre todo a explicar que no existen estas distinciones, que parecen ser objetivas y van  más allá de las ideologías conservadoras mencionadas anteriormente, porque nos separan de formas que sobrepasan siquiera lo políticamente correcto.

La mayoría de la población del mundo se reconoce como una persona heterosexual, blanca y de clase media, esto implica que quien no está dentro de estos parámetros no es reconocido. No se puede negar que tienen privilegios y son dados por ellos mismos al ser mayoría y al reconocerse en la sociedad que los rodea, haciendo que el resto de la población, que es minoría, se vea relegada ya sea por su color de piel, su condición sexual, su religión, su nacionalidad y la lista puede seguir, porque, seguramente, hay diferencias como personas en el mundo. Esto implica un  factor de no reconocimiento del otro, que se puede evidenciar en el entorno, a saber: la televisión, el cine, los gobiernos, la academia, la vida laboral, en general en toda la esfera pública. Desde el inicio de la historia como la conocemos han  existido, esclavos, siervos, brujas, villanos, todo tipo de individuos que van en contra de lo que se estableció socialmente para cada una de las épocas. Pero ahora se reconocen a estos como bajo las categorías de inmigrantes, negros, homosexuales, mujeres, musulmanes, árabes, y un sin fin de minorías que no hacen parte de la esfera pública, hasta tal punto de llegar a ser personas de segunda o con menos valor que el reconocerse como hombre blanco heterosexual de clase media hacia arriba. Estamos en una sociedad en la que si no eres eso, tienes más probabilidades de ser golpeado, asesinado, rechazado y, lo que prima para que todas estas acciones se lleven a término, no ser reconocido como un sujeto político o, en otras palaras, como parte de una sociedad determinada.

 Para alumbrar más la idea de lo que es un sujeto político y no me refiero a el de la constitución, sino al sujeto que plantea Martín-Baró que en pocas palabras es un sujeto que se relaciona socialmente por medio de procesos dialecticos, para la configuración de un estado de bienestar en una población determinada, o en otras palabras un individuo  que se relaciona con otros y se reconoce en otros, sin importar las diferencias, por el bienestar de su contexto social. Pero no solo eso es lo importante del sujeto político, sino, también, el conocer las diferencias y mantener el vínculo relacional de una forma que permita la dinámica de una población de forma que esas diferencias no sean importantes en un sentido de distanciamiento, pero que se reconozcan como parte de esa unidad social.

Pero esta distinción siempre han existido en la historia, en donde sólo por nacer ya tienes una predestinación de ser inferior o ser menos que lo impuesto por la sociedad. La forma en la que aun mantenemos estas dinámicas es por medio de la ignorancia, del miedo a lo diferente, del miedo a reconocer que el  ser “otro” no me hace peligroso, sino que solamente me hace distinto, pero aun pate de la sociedad, cuando me refiero a miedo a lo distinto, lo digo porque el miedo es uno de los rasgos genéticos primitivos que aun conservamos, para la supervivencia y para garantizar la evolución, y este rasgo genera reacciones que notoriamente son violentas. Las preguntas que se siguen haciendo muchos son ¿Por qué persiste ese miedo? ¿Por qué personas con esos miedos y con esas reacciones violentas  hacia lo diferente llegan a cargos de poder? ¿Es acaso un indicador de una sociedad  detenida en la evolución del pensamiento?  Es más que claro aún con las noticias que escuchamos a diario, que esta sociedad, de alguna forma, no importa el país donde estés, está llena de estos miedos, de estas clasificaciones que no sólo nos diferencian y nos reconocen, sino que no permite la dinámica de una unidad poblacional. Pero si la evolución civilizada no pudo acabar con esto ¿qué hacer?  Desde un punto de vista muy optimista, la enseñanza de las humanidades puede hacer que los procesos dialécticos en la población se den.

Para explicar por qué considero que la educación en humanidades es totalmente necesaria para el reconocimiento de todas y todos como sujetos políticos que al final determinan las dinámicas de una población o comunidad, voy a referirme en primer lugar a Aristóteles, quien planteaba que el hombre tiene la capacidad de razonar y expresarlo por medio del lenguaje y saber lo justo e injusto.

Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra. La voz es indicación del dolor y del placer; por eso también la tienen otros animales. (…) En cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio de los humanos frente a los demás animales: poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo  bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones. (Aristóteles,1988:50)

En efecto lo que nos da la humanidad o lo que nos hacer pertenecer a esta especie, es el poder  razonar y  poder expresar esos razonamientos atreves del lenguaje o la palabra y esto es sumamente importante porque aunque parezca que es algo que evidente,  lo bueno y lo malo o lo justo e injusto para la sociedad se muestra como algo abstracto, a pesar de que la mayoría poseemos la posibilidad de la palabra, el hombre aprende a desarrollar estas capacidades por medio de la educación.  Enseñar a una persona a pensar es posible, pero enseñarle para que a partir de eso aprendido empiece a reflexionar, esto es lo que hace que la educación en humanidades sea lo más importante para el reconocimiento del otro en mí sin importar las distinciones, para ser más clara utilizare una cita de Savater en su obra El valor de educar que considero explica concisa y claramente lo que es la educación en humanidades.

La verdadera educación no sólo consiste en enseñar a pensar, sino también en aprender a pensar sobre lo que se piensa y este momento reflexivo – el que con mayor nitidez marca nuestro salto evolutivo respecto a otras especies –exige constatar nuestra pertenencia a una comunidad de criaturas pensantes  (Savater, 1997: 32).

Las humanidades son las únicas que enseñan a abstraer lo que es distinto y común del otro para procesarlo de una forma que me permita reconocerme a mí en eso que es diferente, ya decía Savater: “la educación humanista consiste ante todo en fomentar e ilustrar el uso de la razón, esa capacidad que observa, abstrae, deduce, argumenta y concluye lógicamente” (Savater, 1997: 134). Esta educación basada en las humanidades nos permiten ilustrar/evidenciar en nuestra cotidianidad eso que es abstracto, como el bien y el mal o lo justo e injusto y llegar a una reflexión que permita un análisis de varias perspectivas con una conclusión lógica para mi contexto. Por tal razón concluyo que más que importantes, son necesarias para el funcionamiento de esos procesos dialécticos que permiten las dinámicas sociales de forma asertiva.  Es más que claro que el conocimiento técnico no es el único que hace parte de la evolución en la esfera pública, sino que las humanidades, y sobretodo la educación o la enseñanza de las humanidades, trascienden en todas las interacciones permitiendo el reconocimiento de todos esos individuos que no son reconocidos como sujetos y parte de la sociedad.

BIBLIOGRAFÍA

Aristóteles. (1988). Política. Madrid: Gredos.
Savater, F. (1997). El valor de educar. Barcelona: Ariel.

¿Cómo referenciar?
María Martínez. “Las humanidades en el reconocimiento de todas y todos como sujetos políticos” Revista Horizonte Independiente (Las humanidades en…).
Ed. Stefan Kling, 07 jul. 2020. web. FECHA DE ACCESO

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