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Las Humanidades y la humanidad  en el croar de un sapo a la Luna en cuatro noches

Noche Cero

Croac, Croac, Croac.

Se escuchaba todas las noches sobre la cima de una roca a un sapo cantar, lleno de alegría y emoción, mirando el cielo, a aquel hermoso y brillante astro, con los ojos brillantes y llenos de ilusión, como si cada croar de aquel pequeño e indefenso animal quisiera comunicarle algo a la luna, pues ya con ésta eran varias las noches que el sapo completaba de canto insaciable.

Cada día, tan pronto el sol descendía, el sapo subía de las profundidades del lago a la superficie y de allí hasta la cima de la roca en donde se preparaba cual famoso tenor a cantarle su rutina de croas a la luna. De esta forma se paraba en dos ancas, inclinaba la cabeza al cielo, inflaba el buche, tomaba aire y empezaba a salir de sí un concierto maravilloso de croac en medio de su inocencia animal.

La luna, elogiada y orgullosa por tan altos ministerios, pero a su vez confundida por no comprender la intención de aquel pequeño ser, le concedió su más alto y preciado regalo, La Razón, creyendo que de esta forma aquel indefenso sapo tendría las herramientas suficientes para comunicar lo que quería de una forma en que los dioses lo entenderían. Pero además sería la forma más bella de agradecerle sus hermosas y maravillosas serenatas nocturnas.

Primera Noche

¡Oh bendita luna!

Gritaba el sapo enfurecido en la cima de una roca, con el anca empuñada, mirando al firmamento estrellado y alumbrado.

Decidme quién te la pidió,

Para reclamarle

¿Acaso es un castigo? o

¿Es esto lo que se gana por ser agradecido y creer en ti?

Maldita sea, cuanta confusión.

¡Oh bendita y desdichada luna!

Tú que me engendraste, tú que me arrullaste, tú que me cegaste

Hazte cargo y mátame

Ya no tengo vida

Ya no tengo ser

Ya no tengo nada

Ya sólo tengo esta maldita existencia

 Y este maldito pensamiento que no se calla.

¡Oh bendita luna!

Tú que me liberaste de la ignorancia y me diste razón,

Explicadme qué hacer con ella

Pues maldigo la hora en que me la diste

Cómo si acaso sin ella hubiese sido infeliz

Pero, ¿qué más pide un pobre sapo que a duras penas pensar puede?

En un mundo de podredumbre y de dolor.

Donde ahora todo veo y nada soy ni nada tengo.

La inmensa oscuridad me invade,

Y habitando en un castillo sin habitantes,

Nada se puede construir,

Pues las palabras son mudas,

Cuando no hay oídos que las escuchen.

¡Oh bendita luna! 

Cuánto dolor queda 

Dolor de angustia,

Dolor de vida, dolor de amor

Dolor de decidir

Dolor de actuar.

Mátame de una vez y acabemos con esta infamia.

Pues responsable no soy

Y no lo quiero ser,

Yo sé que aprendí y ascendí

Pero ahora huir quiero

Matadme, matadme

Pues en mi sin sentido

Felicidad encontraba.

Y así termino el canto sollozo del sapo llorón en su primera noche de razón.

Segunda Noche

¡Oh bendita luna!

Gritaba el sapo desesperado y mirando al firmamento aún más estrellado que nunca.

Quitádmelas, quitádmelas

Ya no quiero razón,

Ya no quiero libertad,

Ya no quiero lujos,

Ya no quiero fama ni placeres,

Yo sólo la quiero a ella.

¡Oh bendita luna!

Ya no la tengo, la estoy perdiendo

La he extraviado, ya no la encuentro.

Maldita seas razón,

Maldita seas libertad,

Maldita sean,

y maldita tú mi luna querida.

Y secándose las lágrimas, se sumergió en el lago, en su segunda noche de razón.

Tercera Noche

¡Oh bendita y maldita luna!

Gritaba el sapo arrodillado y mirando al firmamento que cada día alumbraba más.

Ya no la quiero, ya no la quiero

La detesto, la detesto,

¡Oh! Dios mío   

Que desdichado soy.

A ella ya no la siento, ya no la siento

La busco y no la veo,

La encuentro y no le entiendo

Le hablo y no me escucha,

La veo y no la reconozco

La toco y no la siento.

¡O bendita luna!

Devolvédmelos,

Yo los quiero, yo los deseo

Yo los necesito,

Dónde están, dónde están

Mis sentidos, mis instintos

Mi animal, mi yo

¿Dónde estoy?

Preguntaba el sapo a la luna de forma desesperada y al borde de su propia destrucción, en medio de un llanto interminable le repetía:

Quitádmela, ya no la quiero

No la necesito, no la deseo

Sin ella soy feliz.

Te devuelvo mi libertad, mi razón y con ella

Mi libertad y mis pensamientos

Yo sólo quiero ser un sapo y nada más

Un simple anfibio,

Un simple animal.

¡Oh bendita luna!

Que dolor siento, la estoy perdiendo a ella

De mis sueños se está escapando

Y en mi mente se está perturbando

Está huyendo, está huyendo

Ya no la tengo.

Ayudadme, bendita luna

Ayudadme,

Ya no la quiero,

Yo la quiero a ella,

Sólo a ella.

Y mirando hacia el agua y con el rostro marcado por la pérdida de un alguien, el sapo se fue sumergiendo en las profundidades de su tercera noche de razón, pues no hay nada más insatisfecho y menos feliz que un animal con razón.

Cuarta Noche

Croac, Croac, Croac,

Gritaba el sapo en la cima de la roca mirando el firmamento sin estrellas, pero iluminado por el gran astro, con un rostro de satisfacción y ligereza como si de sí hubiesen arrancado un gran peso.

Croac, Croac, Croac,

Repetía el sapo constantemente, cantándole a la luna sin palabras, sin sentido, sin coherencia, pero sobre todo, sin razón.

Ya era sólo un sapo más, un animal, uno feliz ahora con sentimiento, pues ya no era preso de la razón, ahora era un animal libre, lleno de sentimiento que cantaba a la luna dulces, armoniosos y agradecidos Croac.

Poco después se reflejó en los ojos de aquel sapo una figura que aleteaba, con diversas formas y diversos colores, posiblemente una mariposa o Papillon como se les conoce a las de aquella especie. Lo único que se dice, es que desde aquel día el sapo le cantó siempre a la luna y  junto a él siempre se posó una bella y hermosa mariposa que nunca se quitó de su mirada y posiblemente de su corazón. Y esta fue la última noche que el sapo tuvo conciencia, pero fue la primera noche de su infinita pasión.

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