Simón González Ticora

Profesional en Lenguas y Cultura, orientado hacia el estudio y la promoción de las lenguas nativas de Colombia. Actualmente se desempeña como toponimista en el Instituto Geográfico Agustín Codazzi y conduce un proyecto para la integración social de la lengua embera en contextos urbanos desde la pedagogía plurilingüe y el paisaje lingüístico.

Vol. V Colección C:2 – C5

Una traducción de ‘El Ruiseñor’ de María de Francia

En la literatura medieval francesa, más de una obra es firmada por una tal Marie.

Los textos legados por Marie ―que presenta como traducciones― pertenecen más o menos a la misma época (entre los años 1170 y 1190). Ellos están vinculados con el mundo cortesano francés e inglés, y expresamente pretenden la remembranza del legado de li ancïen (los antiguos). Como sugiere el profesor medievalista L. Harf-Lancner, resulta verosímil que todos los textos firmados por Marie sean de la misma autora. Sin embargo, seguimos sin poder afirmar esto, ni siquiera que todos los textos atribuidos a Marie hayan sido escritos por una mujer. La pregunta por quién(es) fue(ron) Marie de France, o María de Francia (aclaración que nos invita a pensar que no solo fue activa en Francia), permanece como una pregunta abierta.

Cierto es, sin embargo, la trascendencia de la obra que nos ha legado, que parece ser el traspaso a nosotros de algo que le fue legado a ella. Desde Lais bretones (colección de narraciones poéticas en verso, aproximadamente entre los siglos XII y XIII.), pasando por fábulas inglesas, hasta un texto en latín, Marie parece convencida de su deber de rescatar la memoria de narraciones antiguas contra eso con lo que hace rimar su nombre: el olvido o l’oubli.

Como autora cortesana de finales del siglo XII, contribuyó temprano a la formación de una identidad literaria para esa habla, que más tarde se entendería como la lengua francesa. Como sus contemporáneos, mettre en roman o ‘poner en romance (francés)’ lo que se resguardaba en otra lengua era su quehacer y era enfáticamente para ella su aporte a la preservación de narraciones que con mucho beneplácito transcribía.

Dado que, según aprendí del maestro Michel Zink, el nacimiento del autor está en el traductor, quien se convierte en el nuevo portador de la voz de la obra, podemos considerar a Marie de France como la autora de una maravillosa compilación de lais traídos a su época y a la nuestra desde tiempos anteriores. Sus lais (en últimas del céltico laid ‘canción’) son composiciones narrativas inspiradas en los lais de los antiguos bretones, cuya existencia y transmisión era oral y musicalizada. Estos lais bretones son, asimismo, nacidas de sus cuentos orales formados a partir de aventuras rememoradas. Aventuras en tanto la ruptura de lo maravilloso en la realidad.

Como la recuperación transhistórica de la memoria es un ejercicio del placer, maravilloso y translingüístico, he querido ponerme en la tarea de poner en romance de forma actualizada, a ese romance que hablamos los llamados hispanohablantes del siglo XXI: un lay de Marie de France y, en particular, aquel que a mis ojos mejor representa su proyecto literario y que es de vigencia próxima a ser, literalmente, milenaria.

Le Rossignol, como en francés moderno se le conoce a este lay —en español ‘El Ruiseñor’— es una composición que se adscribe a una de las problemáticas más centrales del género al que pertenece y a la literatura de su época: el equilibrio entre el amor y las armas. Demás topos que se hallan en su interior son el verano como expresión del deseo, la inteligencia excesiva como facultad malevolente, o los amantes vecinos como correlato de la oposición entre el amor y el matrimonio cortesano, encarnado en la figura de la mal-mariée. El profesor Pierre Le Gentil diría, sobre esto último, que Marie de France no formula una ética concreta sobre el amor y no responde a las exigencias de la sociedad de su tiempo de recuperar la proeza y no supeditar al destino las problemáticas sentimentales que plantea. Quizá es ahí donde aprecio a Marie de France como corresponsal de historias que todavía hoy nos tocan a mis contemporáneos y a mí, porque, en ese sentido, no hay nada nuevo bajo el sol.

A continuación, presento una traducción al español del lais Le Rossignol o Aüstic de Marie de France, realizada desde el francés antiguo con el apoyo de la versión en francés moderno del profesor Harf-Lancner en la serie Lettres gothiques. Esta traducción está hecha en un español ligeramente arcaizante (inspirado en las enseñanzas sobre lingüística diacrónica de Menéndez Pidal), con el propósito de divertirnos al traer lo antiguo a lo nuevo y evidenciar así su carácter eterno.

Métricamente arreglada, esta traducción se compone de una estrofa de apertura de seis versos dodecasílabos, una estrofa de desarrollo de ciento cincuenta versos endecasílabos y una estrofa de cierre de cuatro versos, nuevamente dodecasílabos. La traducción es fiel al lay del que emana en su extensión, en los límites semánticos de cada verso, en su lógica rímica (rimes plates) y en las construcciones y léxico por verso, en cuanto fue posible.

No es reciente el simbolismo amoroso que en occidente se le ha atribuido a la figura del ruiseñor y su canto. Tampoco aquel de su muerte como la imposibilidad. Por tanto, quizá este relato va más bien a enseñarnos algo sobre la eternidad y qué papel juega allí el recuerdo (re– ‘volver a’, cor/cordis ‘corazón’).

Este lay es para declamar, como hacían los antiguos. Es dedicado a mis allegados en la vida, que sepan sobre lo que me ha demostrado un hombre sensible; a mi profesor Mattia Cavagna, quien confió en mí y que con este lay me habló de la eternidad, y a mis letrados amigos de la Universidad Católica de Lovaina, entre quienes destaco a Sarah Herion, o Selnah, cuya pluma me obsequió este lay en manuscrito a la promesa de ser traído a mi tierra y a mi lengua.

Como me enseñaron los antiguos, me presento:

Mi nombre es Simón,
del linaje de los González
y del clan de los Ticora.
Mi corazón es un ciclón
que arrastra pa-labrá’-les
y con ideas de otrora.

El Ruiseñor

Os contaré una auentura que hay,
de la que los bretones ficieron un lay.
Aüstic le llaman, como que es ansí,
ansí es que lo llaman en su país,
lo que es Le rossignol en el francés
como The nightingale en el buen inglés.

En el país de Saint-Malo había
una bastante reputada uilla,
allí dos caballeros habitaban,
cada uno con su fuerte contaba.

La fama de esta fue, por ualor,
muy grande, por el de cada señor.

Uno había esposado una dama
que era sabia, cortés y agraciada,
que era a los usos muy atenida
y a las buenas maneras ceñida.

Era el otro pues un jouen célibe,
era entre sus pares farto célebre,
muy fazañoso y muy ualeroso,
de un tal carácter asaz honroso.

Hombre de torneos y de despensas,
de su tenencia bien facía ofrendas.

Esta dama a su uecino amaba:
tanto la pretendía y buscaba,
y tal bondad de él ella escuchaba,
que ella lo amaba más que a nada.

Pues de él solo bondades oía,
y además de ella cerca uiuía.

Entrambos en la prudencia se amaron,
Cuidadosa guisa procuraron
que no fueren algüandre pillados,
ni perturbados ni cüestionados.

Y con esto no tenían problema,
car sus moradas estaban bien cerca,
auecindadas eran pues sus casas,
al igual sus mazmorras y sus salas.

No había allí diuisión ni barrera
fuera de un gran muro de gris piedra.

Desde la recámara de la dama,
cuando se facía a la uentana,
podía ella fablar con su amado,
y él con ella, al otro costado;
podían intercambiarse regalos
que se lanzaban para ambos lados.

Casi nada había que disgustara
(bastante plácidos ambos estaban)
saluo ese fecho de no poder
conuocarse según su parecer,
pues la dama era bien uigilada
cuando él por füera se fallaba.

Manque esto se les retribuía,
pues tanto de noche como de día
fablaban entrambos sin demorar.

Nadie los podía de eso priuar,
de dirigirse facia sus uentanas
y descubrirse allí entre miradas.

Luenga guisa estos se entreamaron,
hasta la llegada de un uerano
de bosques y prados reuerdecidos:
los uergeles estaban florecidos,
y do las aues con un gran dulzor
lleuaban júbilo a cada flor.

Aquel que tiene amor en su cabeza,
claro que es todo en lo que piensa.

Del caballero no os diré ficción:
a ello se aplicó de corazón,
y de su parte la dama también,
a la palabra y al irlo a uer.

De noche, cuando la luna brillaba
y su marido recostado estaba,
de su lado solía leuantarse,
luego con su luengo manto abrigarse,
y a la uentaua se dirigía
a uer a su mozo, de quien sabía
que para aquel también era regla
ofrecer a ella su noche en uela.

Mucho deleite tenían al uerse,
ya que nada más podía facerse.
Tanto fue que ella se leuantó,
que la ira del marido inuocó.
Este muchas ueces le preguntó
adónde se fue y por qué razón.

‘Mi señor’, la dama le respondía,
‘no sabe en el mundo de alegría,
quien no ha oído al ruiseñor cantar,
por eso me ueis a mí leuantar:
tan duz canta de noche a mi oído,
que me despierta un gran regocijo.
Tanto me deleita, tanto lo añoro,
que ni puedo cerrar siquiera el ojo.’

Cüando el marido esto oyó,
con maleza de lo mesmo rio.

A una determinación llegó:
tenía que atrapar al ruiseñor.
No hubo uasallo en su palacio
que no ficiera trampa, red o lazo
para en el uergel facerle daño.

No hubo allí auellano ni castaño
carente de cuerdas o pegamento,
hasta que de atraparlo fue momento.

Cüando al ruiseñor hubieron presado,
a su señor fue de inmediato enuiado.
Con el páxaro en manos, contento,
fue facia la dama en su aposento.

‘Dama’, dixo él, ‘¿uos dónde estáis?,
¡uenid aquende! De aquí no os uais.
Helo aquí, al ruiseñor capturado,
por quien tanto uos os habéis desuelado.
Desde agora podéis dormir en paz,
¡él no os ua a trasnochar ya más!’

Cüando la dama esto oyó,
fue con pesadumbre y con dolor.

Al pedir el páxaro al marido,
malo, a muerte lo hubo ferido:
el cuello le torció a dos manos,
esto fizo aquel, todo un uillano.

Contra la dama el cuerpo botó,
el cüal su prenda toda ensangrentó
justo delante, por su corazón,
y luego de la recámara partió.

La dama cogió el cuerpecito,
dura guisa sollozó y maldixo
a aquellos que al ruiseñor traicionaron,
aquellos que sus trampas fabricaron
y que arrancaron su alegría dada.
‘¡Lástima!’, dixo, ‘¡que soy desdichada!
No podré de noche leuantar más,
a la uentana ir y quedar más
por donde a mi amado suelo uer.

Una cosa en uerdad yo sí sé:
él sospechará que yo lo dexé.
De esto consejo es menester,
agora al ruiseñor mandaré,
¡de esta auentura le faré saber!’

Ansí que en un pedazo de seda,
y con oro esta historia bordada,
al ruiseñor la dama enuoluió.

Más tarde, a su uasallo llamó,
todo su mensaje le encomendó,
y este a su amado lo enuió.
Donde el caballero llegó aquel,
de parte de la dama saludó él,
todo su mensaje transmitió,
presentándole aqueste ruiseñor.

Cuando todo lo dixo y mostró
y el otro atenta guisa escuchó,
de dicha auentura estaba doliente,
mas no fue para nada negligente:
un cofrecillo mandó a forjar,
ni al fierro ni al acero dio lugar,
todo fue con piedras y fino oro,
farto preciosas y farto costoso;
al cual fija guisa su tapa puso,
allí dentro al ruiseñor dispuso.
Este relicario fizo sellar
que siempre consigo fizo portar.


Aquesta auentura por fin fue contada,
que ya no podía ser más ocultada.
De esta ficieron un lay los bretones,
y al que El ruiseñor llaman los hombres.

 

Referencias: 

Le Gentil, P. (1968). La littérature française du moyen âge. (4a ed.). Armand Colin.

Marie de France. (2008). Le Rossignol en L. Harf-Lancner (trad. y Ed.) y K. Warnke (Ed.), Lais de Marie de France (11a ed., pp. 210-219). Le Livre de Poche.

Menéndez Pidal, R. (1968). Manual de gramática histórica española. (13a ed.). Espasa-Calpe, S. A.

¿Cómo referenciar?
González Ticora, Simón. “Una traducción de ‘El Ruiseñor’ de María de Francia”
Revista Horizonte Independiente (Columna Literaria). Ed. Nicolás Orozco M., 18 sept. 2024. Web. FECHA DE ACCESO.

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